Poder expresar una idea a través de la arquitectura hace de
esta una de las artes más bellas. Con que habilidad pudieron los constructores
de la recién formada Nueva España mezclar muchos de los elementos que durante
la edad media se fueron desarrollando como lo son la pesadez de un edificio que
pretende ser una fortaleza para la protección de los monjes y habitantes,
aplicar las técnicas constructivas del gótico o expresar de igual manera la
herencia musulmana por medio de arcos arabescos, y todo eso mezclándolo con los
toques artísticos de los indígenas de la zona, eso hace del lugar aún más bello
y único. Más rico culturalmente.
La misión era evangelizar, y ellos debían innovar las
técnicas para poder atraer a más personas a la nueva religión y lo hicieron a
partir de la expresión artística del espacio en la arquitectura.
Las actividades que realizaban las personas en el nuevo
mundo sucedían al exterior, esto hace del atrio un lugar de gran importancia, y
es allí donde se desarrollan las Capillas Posas, no vistas en ningún otro lugar
del mundo, que son capillas exteriores que se encuentran en cada una de las
cuatro esquinas del atrio adornadas por simbolismo franciscano pero realizadas
a entendimiento de artesanos indígenas, hacen de este arte único.
Al interior la vida del monasterio, de claustro. La
sensación de paz y calma abordan a cualquiera que allí se encuentre. Un lugar
lleno de sensaciones. El pequeño jardín con la fuente y el naranjo te invita a
la reflexión. El olor del mobiliario, el silencio en los corredores. Imaginar
vivir a los monjes en este sitio no es algo complicado pues a pesar de la
antigüedad del edificio, las sensaciones siguen provocándose, y se seguirán
provocando durante décadas o incluso cientos de años a todo aquel que llegue al
lugar a vivirlo.
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